sábado, 24 de enero de 2009

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A Muriel

te pienso perdida
con mi cabeza en tu costilla
entre mareas de sueños con los que se tiñe
oscura
la tristeza

entre sollozos y con dialectos

sabes
perdida
al punto de estar extraviada de ti misma
mientras en pléyade
y a parpadeos en una puerta,
repaso los latidos en la concavidad de la izquierda


tienes el sabor de la sal y arena
polvo seco sobre la boca

que le sabes a recién perdida
bajo el sol

doblo una esquina en la hoja del recuerdo,
y la ciudad pierde sus aristas.
las calles y barrancos se pierden día tras día

¿qué comienzo a pensar sintigo?
conmigo te pienso
aún perdida
para ir
de mi a tú sin mi de tú a yo sin ti,
y ambos perdidos.
te pierdo y te pienso,
en tu costilla
hasta abrirte todas las puertas
entre el silencio
con un beso.

viernes, 16 de enero de 2009

A-mati-nada

a Müriel

nada hace nacer tanta vida

que el calor de tu lenguaje



amaneces con lo que aún no es luz

aún con albo frío que en la nariz se te encarna

el calor de tus entresueños

decoran con musgos y líquenes

cada una de tus almohadas

tus unicelulares balbuceos por las ventanas se escurren

el verde genera verde

las almas generan almas

y cede el color de la noche de claroscuros destellos

de monosílabos ignotos

que en el sueño se te escapan,

el magma de tu lenguaje

corroe el silencio agrietado

y explota el abracadabra.


si alguien pudiera ver los peces de un "buenos días"

si alguien le tomara fotos al delfín de la palabra amor

si alguien pudiese saborear que en las frases más comunes

se tienden las lagartizas y aletean algunas garjas


pero no sólo naces la vida con la orquesta de tu garganta

hay una flora señera que con tu ritmo coincide

que mece olores en tus pasos:

malmín y jazva si caminas

narsa, rociso si es que corres

violquidea, oreta, nomeolveras y primavides de aromas

se pierden entre sus pétalos,

piernas y manos tu hojarasca.


y en tu rostro

hay en tus gestos narayabas, melodías, guanjas y sancotones

y su aroma es tu aroma

una mano que golpea las ventanas

tan sutil como cuando el viento amanece

y vibra con tu mirada.


no hay nada mejor que revivir la vida

a tu lado,

cada mañana.

martes, 13 de enero de 2009

I. Esta era tu casa...

La puerta del 318 de Avenue du Mail se cierra, y la voz de Muriel recordándome que en Ginebra se oscurece a las 5: 30 o 6:00 de la tarde eso se vuelve eco en mi cabeza, en mi mano derecha un mapa y el color azul de la tinta sobre la ruta para la misión: Encontrar la casa de Juan Almela. Bajo las escaleras y salgo a a calle, el frío comienza notarlo mi cara, se endurece, la apaciguo con un cigarro y camino, un poco de hielo sobre el asfalto, y en mi cabeza la duda sobre dónde tengo que girar, qué camino será el mejor para llegar, en el mapa sugiere con todo el conocimiento de la permanencia, llagar hasta el Pont des Acacias y girar a la derecha, hasta ahora nada fuera de lo común, gente caminando, señales de transito que son respetadas, tranvías, autobuses, autos, mi cigarro se ha terminado, nada que estuviera fuera de la agenda o que mereciera un memorándum, o quizá sí, unas aves negras que graznan feo y en aumento, lo estético no siempre es bello. Giro a la derecha, tratando de adivinar donde están los pasos infantiles que Almela hizo en esta ciudad, comienza el Rodano en mi vista, la Quai Ernest Ansermet, y mis pasos son paralelos al río hay menos gente cada vez, a mi derecha algunos troncos caídos que decoran el agua con tonos grisáceos y verdosos como a incertidumbre, la hojarasca se pierde entre algunos rastros de nieve o trozos de hielo es mejor decir, el sonido que mi peso produce sobre la nieve, crash, crash, un sonido que de buenas a primeras me cae mal al oído, pero que ahora convino, paso en la nieve crash, paso en el asfalto pbub, paso sobre tierra cough, crash, pbub, crash, caugh, acentos prosódicos de mis pasos, hasta que las frases que venia mis pasos articulado se ven destrozados por una melodía de violines a mi izquierda la pista de patinaje sobre hielo y varias ninas que giran y giran sin pensar demasiado en al musica y en las miradas de extranos, las dejo de mirar y sigo. La calle vacia, sólo unos unos cuantos autos y un andador helado entre muros con grafitis y el Rodano.