sábado, 27 de septiembre de 2008

Variación De-Tras

A Múriel, inevitablemente y a Herson reinvencionalmente.

La etcétera pequeña tras la noche
corrompe un suspiro que se rompe
anota su voz con el arpegio
-mi nota del piélago hialino-
y entra dejando este vibrante:
una
una brisa que abrasa
un cielo
el cielo
un vaso que abraza el agua
ésta lo desborda
cómo lo liquida
cómo hasta lo abrasa
líquidamente tú y yo
-te y -me se compenetran.

Tras la... (silencio) pequeña,
nochecobija mía se asoma
ojos perplejos al abismo de otros
silencio que en miradas se penetran.
Ojos que las dicen
del todo son suspiro.

martes, 16 de septiembre de 2008

Tras.

A Müriel
Tras el pequeño suspiro
que una hierba dibuja sobre la noche,
se escucha el tierno arpegio del piélago
y nota a nota vibra la brisa que mece la púa escondida,
su voz,
un sonido hialino
se rompe, corrompe
ya sea como una tangente al cielo
o quizás como una gota de brizna
que cae en la mejilla.
Tras el pequeño suspiro…
¿Qué cobija el silencio?
(Silencio) (Silencio)
unos pasos perpetuos se quedan mirando
y se asoman a un risco que vértigo da.
Esos pasos se abrazan, se agolpan
y la noche se encierra en la tapa de un piano
que jamás ha cantado
pero suena, resuena,
palabras se escuchana nunca jamás.

domingo, 7 de septiembre de 2008

2:40 en Mérida


A Müriel

Porque me escribes desde Mérida y va callando la prófuga brasa
que horada ondulante la espuma del silencio,
Qué ganas de asirse al humo del cigarro para subir a verte,
mirar un punto brillante entre pixeles multicolores de las calles
Desde el punto más alto que las nubes permiten
sentarme en la holanda de una nube grisácea,
entre relámpagos,
debajo una ciudad nublada y triste
que aunque sea mía,
sólo recuerdos en boceto me comparte .
Cruzaría las piernas, flor de loto
pues el tiempo en lo alto no entiende de distancias
y camina tan lento como un rayo bicéfalo
sol-líneo equidistante se dirige a tarascar
tu piel bronceada por el viaje
mi piel bronceada por el sino
Tú brillante, con acaloro
pensarás que no es un rayo de sol
ni una mirada,
lo que te causa las ganas de subirte a una nube,
asirte al brazo del vapor de aquella fuente
y conseguir el equilibrio de caerse como la brasa
desde las nubes hasta la espuma del silencio,
no sabes de donde viene aquel antojo
aquella gana de romper como la ola
de escurrir las medidas y distancias
horadar corrosiva el pensamiento,
y entonces me escribes.

Logarrítmico

Logarrítmico
Equinoccial el pasar de un afilador
Revueltanota pentagramatisismo y tintero
giravadea el esmeril a cuentagota
teoría musical: su pueblo canta en el fuego que surte
-lluvia enchispada- gritan hemipteros, colopteros, avestruces,
primores, recuerdos de feria, reflejos de luna en pozo. En la alcoba
de sus miedos se cuelgan, sobre las cortinas para causar un grito de terror
su vida pasa sin solfeo
sin sabor en Braile sin colores agridulces sinestecias
ni largas manos, vuela. Nunca lo sabrá: el que destiende los cuchillos al sol, ha compuesto un libreto, estructuralista, vital.

WHEA(S)T, JOSEPH, WH E(S)AT


WHEA(S)T, JOSEPH, WH E(S)AT

…Estoy en la cumbre del Cerro de la Estrella, en Iztapalapa-Culhuacan, con un puño de tierra una mano y mientras la libero al viento, busco la enorme columna de humo que alguna vez clausuró la visión del norte de la ciudad, pero sólo me obnubila el reflejo de los cristales de un edificio piramidal muy a lo lejos, la ciudad es calurosa y bruñe los recuerdos, ya no se escucha el tren.
¿De quién son los zapatos que cuelgan en los cables, de quién aquellos impares que se convierten en piedras del camino? (el niño nonoalqueño con camiseta de un blanco tan sucio les enseña a rebotar)
Las historias son enfurgonadas, por medio de volutas fantasmas en mundos paralelos separados por segundos que parecen años, años viejos; son encerradas por voces debajo de los puentes; historias tarareadas entre el asfalto, el cemento, el alabastro, las flores muertas, el pasto, el hierro, la tierra roja, la tierra seca, la tierra fértil, la cal, la roca volcánica, las hierbas, los girasoles.
¿Dónde se encuentran los cuatro elementos cardinales, el este Tletl, el norte Eheca, el sur Atl, el oeste Tlalli? ¿Quién camina las vías ferroviarias de Nonoalco-Tlatelolco, quién las caminó? ¿Era un hombre?
Fue un hombre; y nunca compré un boleto para viajar en tren. Es un hombre; nunca subí a ningún furgón. Será un hombre; nunca vi a un ferrocarrilero a menos de varios haluros de plata de distancia. Escuché silbar algún tren el otro día, algún día: popolotza, popolotza, popolotza, se nublo la tarde, se aglutinó el humo de los autos que se iban borrando, se pintaron las paredes de las fábricas, se escuchó el cuchicheo de los ferrocarrileros, se reconstruyeron los furgones a lo largo de la vía, se enturbió el alabastro, y los girasoles empezaron a re germinar. Era un hombre y unos jóvenes me preguntaron quien era Joseph Wheat, ¿he was a man? he’s walked over the rail, no lo conozco, ¿he was real man or railway man? no lo conocen aquí y tiro la colilla del cigarro, les doy la espalda para recordar, para caminar la vía desde el puente de Nonoalco y aletear las preguntas que se van revolviendo en un mismo aire mientras leo. Me callo.
Vías trenadas. En dos actos
Personajes:
Cuatro jóvenes: Gilberto, Joaquín, Juan, y el cuarto joven.
Fernando del Paso
(La escena comienza cerca del Metro Buenavista, medio día, primeros días del año de un año bisiesto, lugar semivacío, los cuatro jóvenes comienzan a caminar hacia el puente de Nonoalco sin decir palabra, todavía)
Arriba el telón.
Juan: ¿por ahí pasará el tren suburbano?
Joaquín: no, por ahí pasó el tren… ahora será suburbano.
Gilberto: por ahí pasó José Trigo, con una caja como para una rata.
El cuarto: ¿Quién?
Fernando: “No se cansará usted. De ver. Campamentos, almacenes, bodegas de flete. Ni sus oídos de oír, pero usted olvidará…”
Joaquín: ¿Cómo se llama esta piedra?
Gilberto: (mirándola sin hacerlo, recordando, viendo con el color de la ceguera) Depende donde haya sido extraída, si de la Cañada de la Eucaristía o del Risco de los Santos Inocentes. Tenextetl. Puede ser traquita, alabastro, basalto o un zapato.
Juan: como el que pierde José Trigo cuando…
El cuarto: ¿Quién?
(Cerro de la estrella en el fondo, cinco días antes)
Gilberto: ¿alcanzan a ver, el edificio piramidal?
Juan: Allá vamos a ir dentro de cinco días, nos veremos en el metro Buenavista y de ahí comenzaremos la caminata. Esta vez sólo el campamento oeste. Y nos ladraran los perros, y nos verán los cáhuil caminar Crisantema, desde Nonoalco, pisaremos el nuevo alabastro.
Joaquín: ¿ya no habrá girasoles? Ah…si , el último de ellos lo arrancara Juan para llevarlo a conocer los campamentos de Oeste a Este
El cuarto: ¿José Trigo?
Fernando: “Vamos si, vamos todos.”
(Telón.)
Se escucha: Joseph Wea(s)t, va viajando el sonido de alguien quien lee en voz alta, vemos las batallas perdidas entre colores sepias, porque viajamos en palabras en un tren que ya silbo en el futuro y que ahora regresa, los silbidos vienen detrás. Ahí va un furgón, furgón cargado de…
De espera caminan las palabras por volverse encontrar con él, con ellos. Y Buenaventura grita desde Camarones y ya no se escuchará más de este lado. Vía tras vía, madero, vía. Anselmo Eheca. Una fabrica de embazadora de trigo sobre Pino. Qué curioso. Dónde esta el burdel aquel. Más adelante una escuela primaria sandinista. La hora de la salida hace unos minutos. Y los gritos de niños se condensan y gotean las palabras impresas. La basura colorea de repente lo gris de las paredes, y el alabastro lleno de aceite se confunde con heces fecales. Un poco de sed eso de caminar recuerdos y sueños como cansa. ¡Que venga el aguadalupe embotellado! Cruzando la avenida cruzaremos el Puente.
Caminan las hormigas cristeras mientras Juan lee, todos escuchamos sentados dentro de un nicho guadalupano entre dos avenidas y un sólo nombre: Av. Camarones. Unos vagones azules están esperándonos a la derecha, vestigios, reliquias, buena ventura tuvimos al hallarlos. Los autos que no dejan de cruzar por ambos lados hasta que no ilumine unos segundos la luz roja, El puente, y el improperio de un claxon no me deja escuchar la última parte. “[…]los hombres, con la esperanza de un nuevo sol, con la desesperanza de una vieja noche, caminaban hacia el cerro que tiene el nombre de lo que quedó en mis manos.” Miro las estrellas del manto guadalupano y recuerdo terroso de lo que tuve en las manos. Muere una hormiga aplastada con mi dedo índice.
Y llego el día en que Joseph We(s)at, se escondía de M.A., y que por eso no lo conocimos, que por eso su nombre estaba en todos lados y en ninguna parte escondido. Por la vía del tren pasan terregales, edificios, por el norte del país por el sur, hasta el que lleva mi nombre. (Foto). Dentro de la foto se levanta la tolvanera y ya no recuerdo más, un paso y otro, y el puente a lo lejos se construye, uno nuevo.
Ahora me pregunto quien era ese Trigo aquel, quienes fueron los cristeros, donde fueron los ferrocarrileros. Ya nadie me pregunta quien es Joseph Weat, pero aun así respondo, la voz se me entrecruza y llego al final de la frase. Es, hubo sido, era, fue, sería, ha sido, será unos hombre, de pelo ensortijado lacio calvo encarrujado, de unos veinte cuarenta quince mil años recién nacido, que caminó corrió anduvo gateó trotó saltó por las vías calles asfalto pavimento alabastros terrales, calzadas. Pero ahora ha dormido, muerto revivido callado gritado, murmurado, la novela historia refrán cuento adivinanza dicho copla poema, que secretea construye fulmina arma, vida y muerte sobre el lenguaje y el silencio
Caminamos ahora por entre el polvo atemorizado por el viento esputado de los autos. ¿Los dioses nos han abandonado? Las historias ya han cantado sus recuerdos y se vuelven a construir, al final del libro. Cuando decidimos no llegar hasta la Calzada de los Misterios, pues nuestros misterios ahora gozosos se han descubierto entre voces de las paredes de Tlatelolco en la ciudad enfurgonada de ciudad.
El niño nonoalqueño ya no patea ni siquiera un zapato, con suerte una botella vacía, ésta ya no rebota entre las vías, yo pateo una piedra que se deshace antes de llegar a la barda de lámina que cubre la construcción interrumpida de otro puente, ya pasará el tren. (Tepozcalmimilolli)
Busco la enorme columna de humo que algunas veces clausuró la visión del norte de la ciudad, veo claro la silueta de un edificio piramidal al norte de la ciudad. Cierro los ojos, cesa el calor, se escucha el tren y el puño de tierra cae como pesadas rocas, rebotan y rebotan sobre la cumbre del Cerro de la Estrella, en Iztapalapa-Culhuacan. Dónde estoy me pregunto con la certeza en la memoria…